Poesía entrañada
(Visión y sugerencia en la lírica de Amaia Lasa)
(Félix Maraña
En un estudio sobre poéticas Carlos Bousoño (1964) consideraba la sugerencia como “el fenómeno central, fundamental de la poesía contemporánea”. Apenas dos años antes desaparecía el filósofo y poeta Bachelard (1884-1962), autor de textos sobre teoría y exploración poéticas, determinantes para considerar los nervios centrales de la poesía contemporánea. En La poética de la ensoñación (1960) Bachelard plantea la ensoñación, no como recurso, como método o fin, sino como discurso en el que espacio íntimo y espacio exterior, permitan al poeta y al poema expandirse, retratar su ser, decirse.
Tras la intervención de la psicología y el psicoanálisis en la consideración de lo poético, la poesía contemporánea ha requerido un nuevo ámbito para decirse. En buena medida, ha pasado de ser exclamación, adjetivo, aspiración, a ser respiración, contemplación, visión. Y es que la poesía contemporánea aspira a liberarse de esa fragua de romanticismo que sofocaba, más que fundía, las posibilidades de la expresión, del conocimiento y la construcción, no ya de un lenguaje, sino de una figuración poética, exenta de adornos y distracciones. Claro está que en ese camino han dado quiebros (y resultados, que no se deben esconder) otros ismos de no menos fuerza, como el realismo, subrayando la importancia del todo por encima del ser concreto. Así, desde una poesía intervenida e interventora, dispuesta a corregir la vida o cambiar la historia, se ha derivado a una poesía que discute y discurre por el interior de cada ser, uno de los cuales, el primero en este proceso, es el mismo poeta, que advierte la experiencia interior y la desnuda, se revela y se desvela frente a toda realidad. Se impone así una poética cuya experiencia no es ya la experiencia exterior y extraña: es la vida misma coagulada.
Mujer que avanza en vacío
La poesía de Amaia Lasa (Getaria, 1948)[1] no es ajena a ese proceso, ni podría serlo en una mujer que ya en su juventud se rebela contra toda doctrina, afirmando su aspiración o anhelo, desde su primer libro, El rostro del futuro (1967-1969), donde expresa su esperanza, el deseo de abrirse a otro espacio; la aspiración que le descubra la faz del futuro en el territorio del presente, con versos que dicen:
Soy mujer
que reniega de cualquier dios.
Ayer,
negué al divino,
más tarde,
al satánico,
hoy,
reniego del dios terrenal.
Me revelo contra todas las doctrinas.
Ayer,
era una pecadora del cielo,
más tarde,
del infierno,
hoy
soy una pecadora terrenal.
Mujer que avanza en el vacío.
Cierto es que ese espacio de futuro, rostro sin figura, habrá de buscarse en otros lugares y fantasías. Lo vemos en su segundo poemario, Raíz entera (1970-1975), donde la escritora se reconoce “rama de árbol seco”, y se rebela contra el amor que desaparece o pierde, contra la negación de lo vivo, la quiebra del paraíso. Deja de cantar al árbol, para sentirse árbol, para decirse Naturaleza, para certificar la realidad de un paraíso, la tierra, que un día fue lugar de ensueño. No es ajena a una preocupación razonada y temporal por el deterioro del medio ambiente, mientras anota otras pérdidas, como el afecto.
Hubo un tiempo
en el cual nuestros sueños
eran el paraíso.
……
El viento ha envenenado
doscientas gaviotas,
la fuerza
ha partido en dos sus alas.
……
Los montes,
persisten aún verdes.
Las gaviotas,
los corcones,
velan
con sus redondos ojos
agonizantes;
desean,
ruegan
que de ninguna manera
alcance el invierno
su verdor.
El recurso del paraíso soñado volverá después al poema “Cierto día”, de Días superpuestos (1990-1997), en el que la escritora afirma que aquel paraíso de los sueños de antaño, para la mujer, se entrevé en un proceso en el que percibe y asume otras referencias culturales. En línea con la afirmación de Hölderlin (“El hombre es un Dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona”), cita que recoge Lasa al principio del poema anterior, la escritora se dirige a la hierba que crece, audaz, en el territorio de la piedra, parábola de la vida misma, en otro poema de Raíz entera, de este modo:
Vives
mientras
sueñas.
En el poema “Palabras confusas” (con este título se publicó originalmente su libro Raíz entera, en 1977) Lasa vuelve a considerar la ensoñación:
Nadie ha tocado el fondo del mar,
nadie ha sofocado la imaginación del poeta;
y no hay poemas,
no somos fantasía.
Han mutilado al poeta de ensueño,
han tiznado la visión del poeta.
En Horas heridas (1976-1978), el ser que un día se figuró y creyó paloma, cuando era gaviota, ve cómo el amor construido se disipa, cómo sus alas heridas, limitadas, no hacen vuelo. La sensualidad, la erótica, se muestra aquí con la misma fuerza, aunque con nuevos tonos, como lo hiciera ya en otro poema de El rostro del futuro:
Como he perdido al hombre
me sumerjo en la naturaleza
para que mi corazón resurja.
Como he perdido la piedra de la naturaleza
llenaré mis suspiros del viento de la tierra
para no ahogarme.
Es el mismo ser que explora el sentido de otras culturas (Harlem), otros paisajes, y muestra en su poema “El sueño equivocado del hombre”, como sujeto del territorio donde se edificarán los nuevos sueños:
Nosotras somos
las vencedoras
de los sueños equivocados
y crueles.
Caminamos
por las rutas del sol
dueñas de la vida
amantes de la libertad
inventoras de nuevas tierras
edificando nuevos sueños.
Extinción de los colores
Toda la poesía de A. Lasa expresa la noción y el sentimiento del ser que se dice en libertad. Advierte cómo en un trecho de la vida vio palomas donde sólo había gaviotas y caminó confundida, consciente de la confusión. Lo decía J. Supervielle en Gravitations: “El exceso de espacio nos asfixia mucho más que su escasez”. Por eso tal vez, un día Lasa levó anclas, pero se llevó consigo el espacio primero, el pueblo donde le nacieron, que dice de mar, de gaviotas, de roca, la piedra que representa la solidez, porque todo aquel espacio que conforma su existencia, es un corsé de la libertad. El lenguaje es la casa del ser y no se conoce aún territorio más extenso. No hay universo mayor que el universo. Richter (Teorías poéticas (1812) celebra esta aspiración universal: “El universo es la palabra más atrevida y más elevada del idioma; es el más sublime de los pensamientos, porque la mayor parte de los hombres no ven en el universo sino el teatro de su vida mezquina, y en la historia de la eternidad la de la pequeña población donde nacieron”. Richter celebra al mismo tiempo cómo los griegos tradujeron la vida y la historia en los colores y, desde los colores, explicaron el sentido del universo. Lasa invoca la parábola del color en diversos pasajes, con el acierto de este poema de Raíz entera:
Sé
que han extinguido los colores.
Amarillo,
blanco,
azul,
rojo,
morado,
sé
cómo los han anulado.
Quienes somos mar
y vivimos en él,
percibimos esa angustia.
Mientras tanto
danzamos con la historia
o
bailamos su compás.
Sé
que han extinguido los colores.
...
Bailamos al compás de la historia
obligados
a bailar la misma historia.
Mañana
nuestros colores
serán pálidos.
Olor de tierra
Hay en buena parte de la poesía de A. L. una inmersión en la literatura de género, como hemos apreciado anteriormente. Lasa es, junto con Lurdes Iriondo y Arantxa Urretabizkaia, una de las jóvenes emergentes en la cultura vasca de los años sesenta del siglo XX. La poesía escrita por mujeres recoge en cierto modo el hálito psicologista, íntimo, interior, pero resuelve y supera en su expresión objetiva, en el poema, buena parte de las ataduras adheridas a las poéticas femeninas precedentes. Una sensualidad que recuerda la de Ángela Figuera Aymerich, la escritora vasca que se expresa en toda su obra como mujer de barro, sensualidad, sentimiento y pensamiento, que construye su libertad como ser, al tiempo que invoca su condición de madre, y siente al hijo como raíz de raíz.
La escritora se hace también solidaria de esa misma mujer en otros escenarios, en geografías lejanas aunque próximas. Expresa y afirma su condición de mujer que aspira a “soñar consciente”. Traza un lenguaje ventral y establece la base rítmica y la fecunda raíz de su obra. Vive su poesía en el corazón engendrado. Con el deseo y la memoria como referencia, interpreta el amor, como abrazo sin réplica, náufraga espera. En Lasa el amor es la agonía del amor. Recoge desnuda su voz y comienza a alzarse hasta su horizonte. Renace de su propio vientre como si volara. Sale de la tierra como si proviniera del cielo. Surge del mar cual si anunciara raíces. Se advierte una clara tendencia a la ensoñación como esperanza, no como ejercicio de nostalgia. Navega por los límites de la sugerencia, como poesía que refiere, que propone, que insinúa y denota, más que como afirmación solemne. La vida es la búsqueda del color final.
Geografía de la mirada
Estamos ante una poesía de imágenes directas, rotundas, sinceras. Unas veces será reclamación, y otras, oposición a tanta calumnia doméstica o global. Es poesía descriptiva, sin formalismos, escritura que siente y piensa como escribe. Pasa a la vida para restaurarla, ataviarla, acompañar su declive o nacimiento. Revela el secreto de su vida interior, las formas de su sueño. Cuando habla de cielo, habla de horizonte lleno de memoria que fenece. Cuando dialoga con las gaviotas, lo hace con el saludo y la despedida de su biografía, ave que arde como faro sobre tierra y mar. Es agua marina y raíz terrena que avanza contra el imposible. En el poema “Una fantasía”, de Tierra transplantada, la escritora descubre la querencia del ser que vive cuando observa, que siente cuando mira, que cuando mira, ve.
Cuando tomes el autobús
siéntate
siempre
junto a las ventanillas que dan al mar
para que lo cotidiano de tus días
se ahogue
entre las olas.
Su poesía atiende el canto del pájaro huésped de la mirada, ave interior que despliega las velas de la luz. Tierra escrita y presentido mar, nido donde advierte su propia historia. Su raíz es ancha como el horizonte: su patria es la geografía de la mirada. Piedra y viento, tierra y aire, mar y lejana estrella, cada verso de Amaia Lasa lleva un nido, y cada nido un cielo, y cada cielo un vientre de tierra.
BIBLIOGRAFÍA
Geroaren
aurpegia / El rostro del futuro (1967-1969)
Sustraia
/ Raíz entera (1970- 1975)
Ordu
minduak / Horas heridas (1976-1978)
Egunak
jarraiean / Días superpuestos (1990-1997)
Geroaren
aurpegia / El rostro del futuro: antología poética
(1967-1997)
[1] Toda la poesía de A. L., escrita originalmente en euskera, se recoge en el volumen Geroaren aurpegia (El rostro del futuro, 1967-1977), publicado en la colección Gaur egungo euskal poesia, de la Universidad del País Vasco, en 2000. J. L. Padrón y Amaia Agirre tradujeron los poemas al castellano.