autores vascos en castellano

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Alberto schommer (Gabriel Celaya – Máscaras, 1985)


Después se produjeron nuevas absorciones.

¿Quién no sintió que en lugar de buscar
era devorado por un centro escondido?

Gabriel Celaya

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Juan San Martín (Eibar, 1922- Hondarribia, 2005)


La poesía habitada

(Tiempo de hombre en la lírica de Juan San Martín)

(Félix Maraña)

Poéticamente habita el hombre
Friedrich Hölderlin

La poesía de Juan San Martín (1922-2005) se cubre toda ella de una respirada emoción, en la que reluce la humanidad del poeta, hecho de un corazón infinito, poblado de razón y entendimiento del mundo. Aunque no es abundante su obra poética, sí representa un empeño constante de su autor, desde sus primeros versos de 1954 hasta el último poema, escrito en 1977. Toda su obra está recogida en el volumen Giro gori (Tiempo ardiente), edición bilingüe publicada en la colección Poesía Vasca, Hoy (Gaur egungo Euskal poesia), de la Universidad del País Vasco en 1998. La agrupación editorial de su poesía fue una de las mayores satisfacciones del escritor, tras su paso por la función pública como primer Ararteko. Renovado encuentro de San Martín con la poética que fue creando a lo largo del tiempo como una invocación de la libertad y que, paradójicamente, dejó de escribir formalmente en 1977, cuando se aventaban nuevos aires. Pero si dejó de escribir poesía, nunca vivió fuera de su condición de poeta. Habitó la poesía como vivencia adherida a todo su ser.
San Martín escribió toda su obra en euskera, comenzando su andadura con unos poemas de corte e intención popular, pues desde muy joven vio en los ritmos y tonos del bertsolarismo una singularidad poética sugerente. Firmaba entonces su poemas con el seudónimo de Otsalar, y pronto advirtieron algunos, caso de Gabriel Aresti, la entidad de los mismos. Así, en 1960, Aresti, que desconocía que detrás de ese nombre estaba su amigo, celebra en la revista Egan la aparición de algunos poemas de San Martín publicados en Olerti, editada en Larrea (Bizkaia), con estas palabras: “Otsalar hace cosas profundas y atrevidas, es enérgico, comprensible, inteligente, poeta de amplios horizontes, la más elevada poesía se remansa en él… Éste, ese Otsalar, en lo fundamental, no puede ser mejor”.



La poesía extendida


Pero si hemos dicho que la poesía de San Martín no es abundante, debemos señalar que su fervor poético rebosaba. Para el entendimiento de esta conducta, hay que ver la forma en que, en tantas publicaciones, ofreció comentarios, poemas traducidos, noticia de libros de poesía, en el propósito de difundir la obra de los demás como si en ello estuviera su profesión poética. Y lo estaba. En revistas como Eibar, por caso, cuya función y objeto no era precisamente la poesía, San Martín habla de los poetas, escribe sobre Aresti, Blas de Otero, reseña los libros de Gabriel Celaya. Siempre se consideró más lector que creador de poesía y de ahí se desprende su ilusión por traducir al euskera a tantos poetas de la literatura universal. De 1959 a 1984 dio a conocer traducciones al euskera de poetas como Sidney Keyes, Magali Hello, Tomás Meabe, Rilke, Lorca, Dionisio Ridruejo, Jacinto Verdaguer, Pasternak, Karel Toman, Juan Ramón Jiménez, Shakespeare, Bertolt Brecht o Salvador Espriú, entre otros.[1]
El repertorio nos da idea del amplio conocimiento de la literatura de nuestro poeta. San Martín se dedicó pronto a extender el conocimiento de la poesía vasca. Así, en 1969 publicó en San Sebastián un libro primoroso: Uhin berri (Antología de la poesía joven, 1964-1969). Un año antes, había dado a conocer a su vez el primer diccionario de autores, en Escritores euskéricos (Bilbao, 1968), que certifica el censo amoroso con que el poeta seguía y reconocía a todos los escritores, una fe de vida que nadie había hecho hasta entonces. A ello hay que añadir las críticas y estudios que realizó en el tiempo, sobre la mayoría de los poetas citados anteriormente. Pero también son agudos y penetrantes sus consideraciones sobre la poesía de Antonio Machado, Rafael Alberti, Bitoriano Gandiaga, Jon Mirande, Vicente Aleixandre, Salbatore Mitxelena, Mikel Zárate, Jokin Zaitegi –a quien atendió amorosamente en el lecho mortuorio–, Celso Emilio Ferreiro, Juan Mari Lekuona, Inazio Goikoetxea –Gaztelu, quien fue el primer traductor al castellano de una parte de la poesía de San Martín, aparecida en la Enciclopedia Auñamendi–, el ya citado Lizardi, y tantos. Aresti, sabedor del alto criterio poético de San Martín, le pidió el prólogo para su libro más señalado, Harri eta Herri (1964).[2] Como Aresti, Oteiza se apercibió pronto del valor de aquella poesía de San Martín, y propuso la publicación de una antología de nueva poesía, con Aresti, San Martín, Mikel Lasa y Joxe Azurmendi.[3]
Quede también, como mérito y entendimiento de lo poético en San Martín, entre otros muchos, el hecho de haber sido el promotor y único defensor de la obra de Luis Álvarez Piñer, a quien le concedieron el Premio Nacional de Poesía, a propuesta personal del escritor vasco, con tal fervor que logró que fuera aceptada por el resto del tribunal su candidatura.



Introducción al mundo

¿De dónde la venía a Otsalar aquel afecto por la poesía y los poetas, su criterio formado sobre la consideración de sus poéticas? Otsalar escribe, mediados los años cincuenta del siglo XX, poemas de corte existencialista, un adelantado a su tiempo. Ya hemos dicho que San Martín siempre se consideró un hombre lleno de curiosidad, por tanto, un lector que recorrió pronto la poesía del tiempo. El poeta aparece como el niño que no comprende el dolor del mundo, el desamor de la tierra. Su inquietud se dirige al pensamiento, a la conquista de alguna respuesta para las grandes cuestiones de la existencia. No en balde comenzó su andadura por Sorën Kierkegard y Unamuno. Aunque, si sus primeros poemas expresan la ansiedad por la conocimiento del universo y sus leyes, pronto hará un conjunto de poemas amorosos,[4] en los que traslucen notas simbólicas, y el derrame de su sensibilidad primordial.
Posiblemente ningún poema nos diga tanto de la cosmogonía del poeta, su visión del mundo, que el titulado “Siete sellos tengo” (1954),[5] como vemos en algunos de sus versos:
Voy de mi pueblo al mundo,
sin renegar de nada ni nadie,
miro a la humanidad, atento y con cuidado.
Aquí no sobra ninguno;
quien nace se merece la vida.
Mi corazón está con el hombre,
me inquieto fraternalmente
al escuchar la llamada:
“da y extiende tu fruto por el mundo”.
Es el necesario punto de partida.
Como hombre que soy,
dudas y desvelos
me llevan con inquietud
a la esencia de la Naturaleza:
tengo un ser trasplantado en el fondo de mi corazón.

Todas las dudas existenciales se aprecian en poemas como “Dolor de la nada” (1959), “Unamuno” (1959), “A Unamuno” (1964), “Buscando la luz” (1961). En este vemos:
Recién salido de la Edad de Piedra,
lleva el alma cargada de dudas.
Buscando la luz
caminan cuatro Quijotes,
antes de llegar a la frontera de la verdad
los atrapa la negra noche.
Negación:
lleva la muerte a cuestas.
Angustia:
el futuro viene con las manos vacías.
No hay fe
que no se haya vuelto mito.
Hay que seguir y seguir,
cruzar el camino de la luz.

En el mismo entendimiento existencialista, se expresa en un soneto –son varios los poemas en que San Martín utiliza esta forma clásica de composición–, por título “Vacío” (1961):
Nada, que separas todas las cosas,
que llevas a tu lado el aire frío;
sabes que la nube gris es muda,
que nos has apartado de los otros.
Tiempo y ocasión tienes sin medida,
has perdido los latidos del corazón;
tan profundo y negativo, sin cicatriz,
la nada se esconde en tu interior.
Vuelan ligeros los sueños,
huye la vida, sin asentarse:
rumor sordo, corazón triste.
Deshaces todo, el tiempo y la ocasión,
en un camino sin fin, sin apenarte siquiera,
sintiendo miedo del cantar más profundo.

Son también muchas las referencias de la poesía de San Martín a cuestiones históricas y sociales del País Vasco. Al entendimiento o la discordia dedica sus poemas “Fuego en torno a la vida humana” (1961) y “Ser vasco” (1961). De ambos poemas extraemos estas dos estrofas:
Están muy separados los corazones de los vascos,
árbol santo que te hemos mantenido en fuego:
seas tú nuestro nexo y símbolo,
para respetar las viejas leyes.
Peleamos
en vanas reyertas,
como en los tiempos
de Oñaz y Gamboa;
en lugar de ser hermanos
de sentimiento,
en lugar de luchar todos
por un mismo objetivo
y acordarnos a tiempo
de nuestra amada tierra.

No es en todo caso determinante esta poesía de tono existencial, porque en San Martín hay también mucha poesía de esperanza, de aspiración a la libertad, de acentos nos menos profundos. Tal es el caso de poemas como “Luz de libertad” (1963), “En el último camino” (1965), “Hay razones para amar” (1965), “Ven” (1967), “Mirando al ancho mundo” (1968), y son varios los poemas en los que expresa su preocupación, afecto y entendimiento de la lengua vasca, su recuperación, su extensión. Pero si hemos dicho que San Martín hace uso de formas clásicas como el soneto, fue también cultivador de la poesía visual y el letrismo, de fervor vanguardista, como advertimos en el poema “Propuesta de unidad” (1968), cuyas tres partes, referidas a la unificación del euskera, convoca diversos elementos de humor, como en el que construye, con la letra H la fachada completa de la basílica de Arantzazu, subrayando los catorce apóstoles de Oteiza (ver “Batasuna hautagai”). A estas referencias hemos de añadir su entendimiento de la naturaleza. No se trata de un vago sentimiento ecologista o de seguir una moda, pues en San Martín su conocimiento de la naturaleza es entraña, recorrió físicamente sus interiores, escaló sus montes, bajó a las simas, espeleólogo del mundo y la vida. Todo esto y mucho más hallaremos en su poesía, junto a la grandeza de su corazón, su piel adherida al mundo. Y es que a su poesía, como él refiere en “Milagro” (1965), como al propio Juan San Martín, le hablan los ojos. Aquellos ojos vivos y afilados, cubiertos de ternura, lucidez y ángel. Territorio de la palabra y habitación del hombre y el tiempo.
 
 



BIBLIOGRAFÍA

Giro gori. Tiempo ardiente. (1954-1977)






[1] En Giro gori se recoge una relación detallada, con publicaciones y fechas de los poetas traducidos al euskera por San Martín.
[2] En el apéndice documental de Giro gori se recogen algunos de los textos más significativos para comprender el criterio poético y las poéticas en las que bebió San Martín.
[3] Aunque no se llegó a publicar la antología, Oteiza escribió el prólogo, realizó la ilustración de portada, y Blas de Otero escribió el epílogo. El prólogo de Oteiza está en su libro Ejercicios espirituales en un túnel (1984). El epílogo lo dimos a conocer en la prensa años atrás.
[4] Curiosamente, los poemas de amor fueron celebrados por el clérigo Francisco Echeverría, en la revista Euzko Gogoa.
[5] La traducción al castellano, como todos los poemas que citamos posteriormente, es de Felipe Juaristi. El original en euskera, en Giro gori.